En plena Edad Media, el pueblo compagina las prácticas cristianas con rituales de origen pagano. Como reacción, nace la festividad del Corpus Christi, una nueva celebración en honor al Santísimo Sacramento que con el tiempo perderá parte del carácter religioso y se convertirá en un acontecimiento social y festivo.
Las primeras celebraciones del Corpus en Cataluña son las de Barcelona (1320), Manresa (1322), Vic (1.330), Tortosa (1330), Solsona (1331) y Bagà (1333). La fiesta se centra en la procesión, con el desfile triunfal del Santísimo Sacramento por las calles y plazas de pueblos y ciudades.
La jerarquía y el protocolo, vitales en la organización del Corpus institucional, conviven con los entremeses. La cristianización de elementos paganos busca moralizar y educar a los que observan el cortejo, pero el carácter lúdico se acaba imponiendo al aleccionador. Esto facilita la aparición de los "bullicios" del Santísimo Sacramento, origen de La Patum de Berga.
Otros elementos característicos del Corpus son L’ou como Balla, un huevo vacío que se eleva como por arte de magia en el manantial de agua de una fuente, y las alfombras de flores, obras de arte efímeras pisadas por la procesión que perviven todavía en municipios como Sitges, Arbúcies o La Garriga.