Romper con los valores sociales y artísticos establecidos y transformarlos en una cultura moderna y nacional con nuevas ideas. Estos son los objetivos del modernismo de finales del siglo XIX hasta la primera década del siglo XX aplicados a todas las artes, incluida la literatura.
Los primeros pasos de este movimiento en Cataluña van ligados a la aparición de L’Avens (L’Avenç), la revista cultural de Valentí Almirall, que contará con la colaboración de Àngel Guimerà, Narcís Oller, Jaume Brossa, Joaquim Casas-Carbó y Jaume Massó. Las discrepancias en la publicación propiciarán la aparición de dos tendencias diferenciadas: el sector regeneracionista, preocupado por cambiar la sociedad y encabezado por Jaume Brossa, y el sector esteticista, impulsado por Santiago Rusiñol y Raimon Casellas, defensores del arte por el arte.
Al cambiar de siglo, las diferencias se superarán con la aparición de nuevos órganos de expresión modernista (la revista Catalonia y el semanario Joventut), que facilitarán un discurso más moderado y participativo.
Esta etapa es la que da frutos literarios de mayor diversidad y calidad: Els sots feréstecs (Raimon Casellas), Solitud (Víctor Català), L'auca del senyor Esteve (Santiago Rusiñol) y Josafat (Prudenci Bertrana). Entre los poetas, la figura capital del modernismo catalán es Joan Maragall, responsable de renovar el género, haciéndolo más coloquial y menos grandilocuente.